Trabajé como Papá Noel en un centro comercial durante años. Cientos de niños se han sentado en mis rodillas y me han pedido miles de regalos. Me encantaba hacerlo, me encantan los niños, pero tuve que dejarlo porque era agotador. Trabajaba quince horas diarias, comía cualquier cosa en una pequeña trastienda y volvía al trabajo. Los niños hacían cola durante horas para verme, y podías ver en sus caras la emoción cuando al fin llegaban a mí, era algo maravilloso.
Recuerdo que los últimos años que hice esto había un grupo de mujeres que venían a verme, tras beber unas copas en la comida de navidad de su empresa. Se convirtió en una tradición para ellas, venían a verme todas las navidades, ligeramente borrachas, para sentarse en mis rodillas y pedirme regalos. Y no puedes imaginar los regalos que me pedían.
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